lunes, 20 de julio de 2020
Los 160
En el calendario parroquial hay una serie de fechas que ya casi resultan mecánicas y que acaban configurando nuestras propias agendas en un conjunto de tradiciones que les otorgan valor y que enriquecen lo cotidiano.
En invierno, cuando aún tenemos pegados los restos del confeti de la cabalgata en las suelas de los zapatos, el primer domingo después de Reyes es cita para todos los soñadores que encuentran en el tiempo libre un espacio privilegiado para su realización.
Entonces, en una tarde de jerseys y abrigos, hay que hacer un esfuerzo por imaginar acampadas soleadas, juegos de agua y gynkanas. La extrañeza del ejercicio queda justificada por la experiencia de los veteranos que son conscientes que, como si se tratara de las fallas, lo que se disfruta durante un breve instante, requiere de una desproporcionada carga previa de trabajo.
Así, enero marca el comienzo de un largo viaje en el que de una reunión a otra van desapareciendo los abrigos dando paso a las camisetas y los tirantes.
Y, sin bajar el nivel de intensidad, aún es necesario un esfuerzo colectivo monumental en las dos semanas previas al comienzo para que todo esté dispuesto y preparado.
Este año ha sido anómalo para todos y para todos. Los preparativos del campamento quedaron drásticamente congelados por el confinamiento y con serias expectativas de suspensión.
La primera decisión, retardar el discernimiento posible para tener la mejor perspectiva posible.
Entretanto, un latente equipo de coordinación mantenían un flujo de comunicación para valorar el escenario.
La segunda, no lanzar un proceso de preparación si no había mínimas garantías de llevar a cabo el proyecto, en atención al esfuerzo y el tiempo que todo esto supone para los monitores.
Ya entrado junio, comenzó el tiempo de estudio de las nuevas normativas y, aún más importante, la ronda de consultas con "nuestros expertos" personas del ámbito sanitario que nos pudieran iluminar sobre la prudencia o no del campamento y las medidas necesarias para su realización.
Finalmente, con todos los datos disponibles encima de la mesa, un jueves, en una cena, llegó el momento de cerrar la decisión.
Un 20 de junio. 160 días después de aquél 12 de enero en el que tenía que haber empezado todo. A solo 26 días de que los posibles acampados aterrizaran en Santiago de Aravalle y siempre pendientes de que la situación sanitaria exigiera echar el freno de mano en un momento dado.
Una sola clave. Tenemos 26 días. Centrémonos en lo esencial. Podemos tirar de cuadernos de campamentos de años anteriores, podemos repetir juegos, o crearlos allí. Por orden, primero lo sanitario, lo jurídico, la logística... Y que este año el campamento sea como pueda.
16 de julio. 26 días después. Un tema distinto. Una trama inédita. Una ambientación como en cualquier otro año, un cuaderno que pasará a la biblioteca que ya requiere más de una estantería...
26 dias que solo son explicables por la capacidad de trabajo de cada uno de los monitores. De los que han podido venir y de todos cuyas circunstancias exigían que su contribución fuera solo en los preparativos. No han sido pocos Y habría sido imposible sin ellos.
26 días que solo son explicables por la capacidad de gestión de los coordinadores, por los mecanismos construidos durante todos estos años y por una capacidad deslumbrante de trabajo en equipo de todos los implicados.
Cuando hay un sueño, cuando no es solo para nosotros, cuando tiene sentido, cuando hay capacidad de formar parte y no solo de protagonizar... 160 son solo una circunstancia a salvar.
Siempre queda la duda de la capacidad de un grupo de trabajo. Velamos ahora porque el campamento siga siendo un disfrute para todos, pero qué grandeza solo haber llegado a inaugurar el primer juego tras el milagro de los 26 días.
Accidentados: 0 (No computan los raspones de las jaras en las piernas de los nuevos del itinerante)
Mamitis: 0.
Estado de los acampados: todos en las temperaturas aconsejables, sin rastro de síntomas preocupantes de gastroenteritis u otros virus. Y felices.
Breaking news: Ante la evidencia de que los pozos son para sacar agua y los charcos para evitarlos, pero las pozas y las charcas son para bañarse, un grupo de acampados lanza una recogida de firmas reivindicando el feminismo en tiempo libre.
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