viernes, 17 de julio de 2020

El abrazo del Calvitero



La llegada a Santiago de Aravalle provoca una sensación que ya es costumbre en el primer día, pero que es creciente en su intensidad con el paso de los años, y ya son cinco veranos seguidos.
Las risas acumuladas, las imágenes y las vivencias configuran un escenario donde se mezcla lo mágico con lo sagrado.
Como si se tratara de los minutos iniciales de tu serie favorita para situar en el punto de la narración, se atropellan los recuerdos y anécdotas en cada golpe de vista a cada uno de los rincones de la finca.
La experiencia es desbordante por instantes, con un cúmulo solapado de emociones que generan cierta confusión invitando a un posterior momento de sosiego. Pero su último regusto es de dulzura porque emerge, creciente, una certeza de paz y de bienestar. De estar de nuevo en un segundo hogar que anticipa una experiencia que es la que nos hace regresar un año más.
Mientras uno toma conciencia de este regalo, ha crecido otra creciente paradoja, propia de los lugares sagrados que tú también tienes en tantos rincones de nuestro país.
Todo sigue, pero nada es lo mismo.
El Calvitero, nuestro monte, permanece erguido en una posición inamovible que ofrece una referencia. Frente a él, se intuyen las Lagunas de Barco en los resquicios que ofrecen los robles, especialmente floridos por una primavera tan lluviosa. También permanecen inalterables para consolar nuestra innata necesidad de seguridad.
Aparentemente se muestran indiferentes a todo los vivido desde el mes de marzo. Como lo parecieron el primer verano tras la marcha de mamá, o la de Luis Mari de nuestra parroquia.
La paradoja de lo que sigue cuando nada es lo mismo detiene el paso e impone un silencio meditativo que invita a sentarse por unos instantes. La necesidad es compartida y a mi derecha un par de monitores también participan de la contemplación.
En su hondura la paradoja es también tiene un regusto sanante por responder a la pregunta de quién somos, del sentido de nuestra existencia... que también conecta con lo más nuclear de nuestros interrogantes...
Somo esto: biografías frágiles y cambiantes que aspiran a una eternidad que solo tienen el Calvitero, Las Lagunas...
En la paradoja de lo que permanece y lo mudable comienzan brotan ahora las imágenes de lo que cambió, de las semanas en casa, de las estadísticas con forma de curva... de los rostros de los que ya no están con nosotros, de Felipe, de Luis, de Francisco... de tantos otros...
Y en estos recuerdos, que permiten comprender cómo hemos cambiado desde el último verano, el viento mueve el ramaje de los robles para regalar una música que solo se compone en estos parajes. El sonido relajante, y el movimiento de sus ramas evoca al pasaje de la brisa de Elías en el libro de los Reyes del antiguo testamento que se ofrecía como signo inequívoco de la presencia de Dios.
Por un instante, el Calvitero parece querer ofrecer un abrazo, rompiendo la aparente indiferencia, que bien podría ser el de Dios.
El Calvitero, las Lagunas... permanecen... Nosotros ya no somos los mismos. Y en esta paradoja también parece constante el abrazo de Dios.


Accidentados: 0
Mamitis: 1 asintomático.
Temperatura máxima en la toma de esta mañana 36,6.

Breaking news: Abierto el debate acerca del procedimiento más eficaz para la desinfección de la finca: ¿Norton? ¿Mcaffe? ¿Kapersky? Se abrirá plebiscito en breve.

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